“El pan”
Galería Isabel Hurley
23 septiembre – 19 noviembre, 2011

Tras un largo periodo, David Escalona (Málaga 1981) retoma la escultura, trabajada en alabastro, resina, porcelana y cristal, como lenguaje cardinal para esta exposición, primera parte de un proyecto complejo plasmado en diversos soportes, en el que revisita su infancia en el momento de la pérdida precoz de la inocencia al sufrir un traumático accidente en el obrador de sus padres. El reencuentro con su entorno familiar despierta la necesidad de comunicarse con su pasado y, a la vez, de comunicarlo. Es un proceso de elevar a público lo más íntimo, trascendiéndolo a categoría universal. Los fragmentos de obras de Fernando Pessoa y Chantal Maillard que escogió para su web explican este salto al vacío. Ante la incapacidad para mostrar su fuero interno, Pessoa confiesa que miente: “…lo que al final tengo que hacer es convertir mis sentimientos en un sentimiento humano típico, aunque sea pervirtiendo la propia naturaleza de lo que yo sentí…”–. Cuando se vuelca la experiencia personal intransferible a un código común con el resto, convirtiéndola en arquetipo, pierde parte de su esencia y pasa a ser otra cosa, aunque mantenga relación con aquélla.
David Escalona desanda lo andado a la búsqueda de sus “pasos perdidos”, de lo primigenio de su propia naturaleza, cargado con el equipaje vital de un aprendizaje curtido en los estudios de medicina, donde configura su lenguaje artístico propio, preñado de apelaciones a lo orgánico, tallado con los de bellas artes y enriquecido con la exploración arqueológica, antropológica, histórica y artística de sus raíces. Según Walter Benjamín, que elaboró una especie de teología lingüística: “…puesto que Dios ha creado las cosas, el verbo creador en ellas es el germen del nombre que las conoce”, en opinión de Vicente Jarque, la palabra humana. Asimismo, existe una teoría de la posesión a través del nombramiento. Al igual que el hallazgo del lenguaje para nombrar las cosas y aprehenderlas le reveló las heridas y su naturaleza dolorosa, adelantando la madurez en la mirada a la vida, tras el hallazgo de una estrategia comunicativa en lo artístico y la consciente desvirtuación en la absoluta sinceridad del mensaje asume la impureza del camino emprendido.
Durante este viaje, pues, se produce una segunda pérdida de inocencia; a cambio, el artista aprende a “deslizarse”:

-“ A fuerza de permanecer en superficie sin saber deslizarse, algunos toman conciencia de que algo suyo… enferma. Pretendiendo curarse, emprenden la búsqueda de los antiguos caminos de lo profundo, pero se dan cuenta con horror que han quedado inservibles. .. .se trata de aprender una nueva forma de honradez…tomar conciencia del vacío, de la página en blanco, de la posibilidad de ser: de hacerse. A partir de ahí, podrán empezar a hablar” (Chantal Maillard)-.

De ambas fracturas ha sanado y extraído una lectura positiva, confrontándolas y reconciliándolas, como confronta y reconcilia ingenuidad y perversión; belleza y monstruosidad; atracción y repulsión; violencia y serenidad; fragilidad y fortaleza; delicadeza y rudeza; dolor y placer; sueño y pesadilla…., resultando un laberinto de espejos.
En el montaje instalativo, esculturas y vídeo componen escenografías ligadas al obrador, paisaje de su infancia, donde el niño comienza a experimentar con la materia y con la vida, en lo lúdico y lo trágico. Los conceptos conviven con ritos y símbolos de resonancias míticas, junto a evocaciones autobiográficas y culturales. Cada pieza es portadora de una compleja red de significados, lo que Umberto Eco considera obra abierta; sin embargo, la intencionalidad del artista es comunicar un mensaje concreto, plural pero de difícil acceso a las especulaciones del consumidor, por lo que cuida en extremo su capacidad de sugerencia.

La metamorfosis es otro de los temas axiales de la exposición. La mano metamórfica tras un accidente y sucesivas operaciones aproxima al artista a este fenómeno. Por un lado Ovidio y las transformaciones físicas de las divinidades olímpicas, por otro Kafka y Gregorio Samsa. Además de los anfibios, los insectos son los únicos animales para los que este proceso es connatural. Ello justifica la presencia de la parada nupcial de polillas en un vídeo y de larvas de gusanos de seda en una caja, en recuerdo de aquellos que mantuvo de incógnito bajo la cama del hospital durante las primeras intervenciones, ayudándole a comprender el proceso de cambio en su mano una vez quitada la venda. Mano que encontramos emboscada en la tela metálica de una de las ventanas, sujetando un hilo de cuyo extremo pende una pieza dental similar a las que se agrupan en un extremo del ventanal. Imagen metafórica de la trampa-accidente, experiencia iniciática que propicia la eclosión adulta en precocidad. Al camino de aprendizaje de la vida se alude en las baldas-peldaños de alabastro depositados sobre mandiles de panadero, que aportan un aura mística.
La caída de dientes en la interpretación freudiana de los sueños tiene connotaciones sexuales, indicando la proximidad de la adolescencia, preámbulo de la edad adulta. Pero también existe un parentesco con la brutalidad, más aún en estas piezas, distintas de las humanas. Caso extremo el Egaeus de Berenice, personaje al que Edgar Allan Poe hace extraer todos los dientes de su amada moribunda, único vestigio de una belleza trocada en fealdad por la enfermedad. Asimismo, ejemplifica las pesadillas que poblaron las noches infantiles de David Escalona. Es durante el sueño cuando se traspasa el umbral de la realidad, pudiendo cambiarla o soslayarla, pero también adentrarse por el sendero del terror. La cama vertical no es para dormir, tampoco será el escenario de rituales amatorios. Lo corrobora la masa-piel que se apoya en el travesaño, erizada de elementos punzantes que simbolizan el dolor.
La masa de pan al fermentar muta en la mesa del obrador. En el montaje es también mesa de quirófano y barca. Masa mutada en animal abierto en canal en torno al que se congregan unos mandiles fantasmales. Cónclave de cirujanos: la composición parece remitir a la Lección de anatomía de Rembrandt; en otro registro, a los cartujos del refectorio de Zurbarán, aunque también podrían ser los Apóstoles en torno al Agnus Dei, metáfora visual del sacrificio y de la muerte. En la barca mortuoria rema Caronte, y viaja Ra, que cada día muere y renace, es decir, se regenera.
Lo animal aparece también ligado al sonido de la amasadora-destructora y al arma paleolítica. Bestialidad terrible, como lo es a veces la belleza, y bestialidad amable y cómplice del compañero de juegos del niño. El perro mascota que le lame las heridas mientras sacia su sed, maravillosa relación mutualista.

El título de la exposición es comprehensivo de su prolijidad en significados y significantes. Alimento básico, elemental e imprescindible, causa de múltiples revoluciones; Pan de Vida del cristianismo; Pan, el todo griego, como lo es el semidios de pastores y rebaños que se manifestaba durante las siestas con un efecto catártico y que, enfurecido cuando se le despertaba, producía las estampidas de animales por el temor a sus reacciones –pánico-. Correlación de significados en una suerte de mantra de lectura circular, como el poema de Chantal Maillard “En un principio era el hambre…”, que ilustra la exposición.

IH