David Escalona/ Chantal Maillard
Exposición en el Instituo Cervantes de Nueva Deli. India Art Fair.

WHERE DO BIRDS DIE? is a work in progress that fosters a dialogue between the artwork and the poetic writing and whose theme, at each stage, is an aspect of our relationship with innocence. Innocents are those who are silenced, forgotten, invisible, those who live unnoticed and die anonymously, alone in a bed, behind a curtain, in the darkness of an apartment, in no man’s land, under the debris or their homes or – as birds do, – in full flight. Innocents are those who die and sometimes also kill, since each of us can be, according to our circumstances, on one side or the other of that border. The wound, however, the human wound, precedes these differences, all differences, and is shared by all of us.

BABBLE. Chantal Maillard.

Isolated in his tower on the banks of the river Neckar, in the last years of his life, Friedrich Hölderlin, it is said, responded to any question posed him, invariably, “pallaksch, pallaksch,” an expression which mimicked the babble of small children. Celan alludes to this in the poem “Tübingen, January”: If there came, / if there came a man, / if there came a man to the world, today, with / the beard of light of / the patriarchs: / he would have to, / if he spoke of this / time, / he would have to / only babble and babble, / always—, always— / like this. (“Pallaksch. Pallaksch.”) It was a January when the high command of the SS met in Tübingen to decree the extermination of the Jewish people. There are times, indeed, when the mouth of a wise man cannot but babble. But

In which time is that not so? Isn’t the history of humanity perhaps entirely, since its beginnings, the history of a crime? The European nations don’t cease to remind each other of the Jewish holocaust but was it the only one? In what city did they decree the genocide of Namibia (1904-1908)? In what month the one in Armenia (1915-1923), in Ukraine (1929), in Spain (1936-1975), in the Gaza Strip? Do we remember?

In just the last seventy years, with the direct or indirect involvement of Western governments, were slaughtered:

seven million Vietnamese
two million Cambodians
two million Kurds
five hundred thousand Serbs
one million two hundred thousand Algerians
seventy thousand Haitians
eight hundred thousand Tutsis and Hutus
two hundred thousand Guatemalans
three hundred thousand Lebanese
an ever growing number of Palestinians

were massacred.
Do we remember?

And although it was so, did we feel concerned? The higher the figures, the more spectacular must be the event and, therefore, the less we need get involved. Pain always presents in the singular. We add up and round up as if to confinethe rate of suffering. Can suffering even be added up? Would the pain of an entire people be greater than the pain of each of its members? How does “a people” suffer? Does Nation exist independent of its people? And each one of those beings who suffer, isn´t he always the same one, each time and the next, endlessly? Now, when everything is here, irremediably here and now, with horror being permitted, I say:

If there came,
if there came a woman, now,
if there came a woman to the world with
the sprig of light of
the matriarchs; she would have to
if she spoke of this
time
she would have to

merely babble, babble
and like this perhaps
perhaps like this
like this like this
perhaps
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“Dónde mueren los pájaros” es un work in progress en diálogo entre la obra plástica y la escritura poética que tiene por tema, en cada una de sus fases, un aspecto de nuestra relación con la inocencia. Los inocentes son los silenciados, los olvidados, los invisibles, los que viven sin ser notados y mueren sin que lo sepamos, solos detrás de una cortina, en la oscuridad de un apartamento, en tierra de nadie, bajo los escombros de su casa o, como los pájaros, en pleno vuelo. Inocente es el que muere y también, a veces, el que mata, pues cada uno de nosotros puede situarse, según dicten sus circunstancias, en uno u otro lado de esa frontera. La herida, no obstante, la humana herida, es anterior a estas diferencias, a todas las diferencias, y es compartida por todos.
“Si una mujer viniera” es la segunda parte de este proyecto que se inició en Málaga en 2014-2015 y llega ahora a Delhi. Las piezas que componen esta exposición se ofrecen como sordas interrogaciones en la compleja trama de una violencia cada vez más generalizada y cuya historia tan sólo parece poder atenuarse con la conciencia de la fragilidad compartida y el desamparo que toda existencia entraña. En un mundo que está perdiendo a marcha forzada su capacidad de compasión y el conocimiento de lo más importante, apelamos a la antigua sabiduría india. Si una mujer viniera, si viniera a despertarla de nuevo, aquí, ahora…

BALBUCEO. Chantal Maillard.

De Hölderlin se cuenta que, recluido en un torreón a orillas del río Neckar, en los últimos años de su vida a cualquier pregunta que se le hiciera contestaba invariablemente con una expresión “pallaksch, pallaksch”, que remeda el balbuceo de los niños pequeños. Celan alude a ello en el poema “Tubinga. Enero”: Si viniera, / si viniera un hombre, / si viniera un hombre al mundo, hoy, con / la barba de luz de / los patriarcas: / debería, / si hablara de este / tiempo, / debería / sólo balbucir y balbucir, /siempre-, siempre, / asíasí. / (“Pallaksch. Pallaksch”.) Fue en el mes de enero cuando en aquella ciudad los altos mandos de las S.S. se reunieron para decretar el exterminio del pueblo judío. Hay épocas, en efecto, en que la boca de un sabio no podría sino balbucear. Pero

¿y en qué época no? ¿Acaso la historia de la humanidad toda entera no es desde sus inicios la historia de un crimen? Las naciones europeas llevan años recordándose mutuamente el holocausto judío pero ¿fue éste acaso el único? ¿En qué ciudad se decretó el genocidio de Namibia (1904-1908)? ¿En qué mes el de Armenia (1915-1923), el de Ucrania (1929), el de España (1936-1975)? ¿Lo recordamos? Tan sólo en los últimos sesenta años, con la implicación directa o indirecta de los gobiernos de Occidente fueron masacrados:

siete millones de vietnamitas
dos millones de camboyanos
dos millones de kurdos
quinientos mil serbios
un millón doscientos mil argelinos
setenta mil haitianos
ochocientos mil tutsis e hutus
doscientos mil guatemaltecos
trescientos mil libaneses
un número aún creciente de palestinos

¿los recordamos?

Y aunque así fuese, ¿nos sentiríamos concernidos? Cuantas más altas sean las cifras, más espectacular será el suceso y por tanto menos habrá de implicarnos: el dolor siempre sacude en singular. Sumamos y redondeamos las cifras como para ajustar la tasa de sufrimiento. ¿Puede acaso sumarse el sufrimiento? ¿Será más el dolor de todo un pueblo que el de cada uno de sus miembros? ¿Cómo sufre “un pueblo”? ¿Existe acaso el pueblo o la nación independientemente de los individuos que lo forman? Y cada uno de los seres que padecen ¿no será siempre el mismo, una y otra vez, infinitamente?

Ahora, cuando todo es aquí, irremediablemente aquí y ahora, ante la permisión del horror yo digo:

Si viniera,
si una mujer viniera, ahora,
si una mujer viniera al mundo con
la espiga de luz de
las matriarcas: debería
si hablara de este
tiempo
debería
sólo balbucir, balbucir
y así tal vez
tal vez así
asíasí
tal vez