DAVID ESCALONA. PORTADA EN ABDC CULTURAL, ESPECIAL ARCO. STAND FUNDACIÓN ONCE.
“Una banqueta de piano, Unas manos posadas sobre ella. Unas partituras en Brailler. Un dedo con una picadura, quizá de avispa, entre la uña y la carne. Esculturas que funcionan como instalaciones que funcionan como esculturas. Un discurso sutil y a la vez rotundo sobre la incapacidad de percibir, de sentir la imagen de los propios sentidos. Algunas de las claves de “Polvo de avispas”, el proyecto de David Escalona ( Málaga, 1981) ha preparado para el expositor de la Fundación ONCE en ARCO. Una propuesta surgida de la participación de Escalona en la Bienal de la ONCE celebrado el año pasado en Madrid. Allí, un comité del que formaba parte gestores como el director del Museo Reina Sofía Manuel Borja-Villel, el director de Arco Carlos Urroz o el director del CACMálaga Fernando Francés escogió el trabajo de Escalona para representar a la fundación en Arco. “Se trata de un proyecto diseñado para que cualquier persona con discapacidad pueda acercarse a él. Mantiene, como casi todo mi trabajo, un alto componente autobiográfico con elementos que forman parte de mi historia personal y familiar. Las esculturas se plantean como un work in progres abierto al espectador y a ellas se suma una pieza electroacústica compuesta por mi hermano, Álvaro Domínguez Escalona”, detalla David Escalona, que este año presenta por primera vez su obra en Arco.”
Escrito por Antonio Javier López
(Texto extraido del artículo del Diario Sur del dia 10/02/2013)
“Polvo de avispas” es un proyecto (work in progress) para el Stand de la Fundación ONCE en el que intento representar “un concierto im-posible” que, a través de un cúmulo de metáforas, invita al espectador a reflexioner sobre la “in-capacidad” como posibilidad en y desde la práctica artística contemporánea. Todo una apuesta por la diferencia en ser humano, por el accidente y la alteridad del cuerpo como acontecimiento que posibilita nuevas relecturas en la aprehensión de nuestra realidad al romper con lo acostumbrado… En “Polvo de Avispas” (título que parte del poemario homónimo de Chantal Maillard), se delega a un mundo natural frente al tecnocentrismo al que aspira nuestra sociedad, el cual se transluce por la disciplina de la música y la destreza técnica que se le suele asociar a ésta, algo sugerido por los diferentes elementos de corte autobiográfico (el arco de mi cello, banqueta de piano de mi hermano, baquetas de tambor, partitura en brailler, manos heridas, etc). Sin olvidar los principios de accesibilidad universal para facilitar a personas con algún tipo de dis-capacidad un mejor abordaje de las obras (desde el tacto, oido, visión). Por lo que se dispondrán: escultura tactil, cartelas en Brailler, audiodescripción del proyecto, cambio de texturas, pieza sonora (colaboración del compositor Álvaro D. escalona. imprescindible escuchar con auriculares) , etc. Como
Audio: Pieza electroacústica en colaboración con
Me recibe con un té y una tarta que ha hecho su madre y me cuenta que en su familia hay una tradición arraigada de obradores y es cierto, el pastel estaba buenísimo. Como si se tratase de la magdalena del Señor Proust de À la recherche du temps perdu, me ha evocado de una manera sinestética a todos esos sabores y recuerdos de la infancia, con el mismo sentimiento de nostalgia y sosiego que también desprende su obra. Además, somos de la misma quinta y eso hace que me resulte más fácil relacionarme con él.
David acaba de volver a su casa de Málaga, después de haber estudiado durante cinco años Bellas Artes y su tesis doctoral en Granada, parece que ya está listo para enfrentarse a los fantasmas del pasado, algo que todos nos inventamos para justificar los temores al cambio: aunque amemos secretamente nuestros orígenes, somos muy reacios a dejarlos atrás, ya que son lo que sostiene nuestro ego.
Le hago preguntas cortantes y directas, ya que él es bastante tímido, y quiero indagar en su historia. Es cierto, quiere confundir al espectador y al mismo tiempo provocarle sensaciones oníricas. Su deseo hiperconsciente es fundirse junto a su obra de una manera elegante y críptica. Si analizo la obra de sus diferentes etapas percibo claramente el proceso de maduración que ha ido alcanzando como artista y él mismo me lo confirma haciendo referencia a Willem De Kooning “nunca hay que sentarse de misma forma en una silla”.
Aunque toda su obra posee una fuerte carga autobiográfica y mucha sensibilidad, después de charlar con él toda la tarde intuyo que en el caso de este nuevo trabajo, las experiencias personales siguen siendo el fulcro, pero con un nuevo punto de vista que mezcla memoria y materiales desde una óptica íntima y personal.
La obra que presenta en ARCO se titula Polvo de Avispas como el poemario homónimo de la poeta y filosofa belga Chantal Maillard, una de sus mayores influencias inspiradoras. A través de sutiles metáforas y juegos de espejos quiere representar un concierto imposible, lleno de accidentes, que hacen referencia al lenguaje universal de la música y también al accidente que sufrió con cuatro años y que le causó heridas graves en una mano y muchas operaciones, marcando su niñez. Una incapacidad que tras un largo proceso de dolor y curación se ha convertido en una valiosa posibilidad que le ha abierto nuevas puertas como artista.
A veces, los recuerdos se parecen a algunos objetos, aparentemente inútiles, por los que se siente un confuso apego. Son los objetos cotidianos que el artista ha recuperado volviendo a casa, recuerdos de la infancia y de la tradición andaluza como la primera banqueta con la que su hermano mayor estudiaba piano; el arco de su cello y el atril donde estudiaba las partituras de cuando iba al conservatorio de cuando quería ser músico aunque su profesora no le motivaba y las baquetas de los tambores que evocan los ritmos de la semana santa. Unos recuerdos felices y al mismo tiempo dolorosos que componen una obra muy personal y lírica.
Hay algunas cosas que me suscitan alguna curiosidad, como el hecho de incluir unas camisas cuidadosamente dobladas en el conjunto de los instrumentos musicales. Está claro que la vestimenta es lo que confiere la presencia antropomórfica al conjunto. Esa camisa es el artista, vestido para salir de fiesta el domingo, y en las rayas azules percibimos el cielo de su pueblo.
En la banqueta de piano, que pertenecía a su hermano menor, también compositor, hay unas manos enrolladas con unos hilos y una mosca muerta, parece que con los hilos quiera hacerle una tumba al insecto. Hay unas manos pequeñas, pero no son manos de niño, son manos de adulto, e incluso podrían ser las manos de un cristo. Me cuenta que la mosca es un elemento de azar, del día en la que la cazó, de cómo la mató en el microondas y que le dio pena.
Su sensibilidad me queda muy clara, le fascina la infancia, esa etapa de la vida en la que somos tan poéticos y fantasiosos en nuestra simplicidad, en la que absorbimos como esponjas todo lo que nos rodea y también le atrae lo diferente, la alteridad, ya que a veces convivir con la realidad es cuestión de supervivencia, como en su caso.
Sus principales influencias me resultan evidentes incluso antes de que me las relate. Entre ellas destacan Luise Bourgeois, por su atemporalidad y visceralidad, por su trabajo tan relacionado con la memoria y la familia; Juan Muñoz por ser un constructor de metáforas en forma de escultura, y Diane Arbus, fotógrafa realista que retrata una sociedad que a veces es deforme. Le gusta la música de George Crumb y Gyorgy Kurtág, el cine de Tarkovsky. El pensamiento de Gilles Deleuze o la fenomenología de Maria Zambrano completan su background cultural.